EL CONQUISTADOR

La conquista de América represento una serie de transformaciones para el continente, producto del tremendo choque entre dos realidades totalmente divergentes. El Europeo con una visión Medieval- Teocéntrica y por contraparte el Amerindio con una mentalidad cósmica- sacrificial, como señala Pedro Morandé, en alusión a sus Dioses y a los permanentes sacrificios que realizaban estas culturas.
Visiones Historiográficas señalan que el conquistador en ningún momento pretendió acentuarse en estos territorios y que solo buscaba fama y riquezas. De esta manera el invasor para conseguir sus objetivo va a utilizar a los habitantes originarios, explotándolos en el trabajo de las tierras, será en este momento cuando se cometerán los mas grandes abusos contra el indígena sometido. Otros Historiadores como Sergio Villalobos van a señalar que si bien en un comienzo el español tenía solo la intensión de alcanzar fortuna en estos territorios, con el correr del tiempo surgió también un genuino interés por convertir a los indígenas a su credo. Este choque si bien va a representar en algún modo un conocerse mutuo, y el indígena va a estar dispuesto a adoptar estas creencias a su manera y se va a dar inicio al forjamiento de una nueva racionalidad, este proceso va a consistir básicamente en la represión del Español al indígena.
Es un hecho que el español de la corona no dejo de ser un invasor lleno de ambición y que fundamento su venida en la expropiación de riquezas y que sobre sus hombros descansa tristeza y sangre derramada en esta tierra inmaculada…

América no invoco tu nombre en vano (Pablo Neruda)

América, no invoco tu nombre en vano.
Cuando sujeto al corazón la espada,
cuando aguanto en el alma la gotera,
cuando por las ventanas
un nuevo día tuyo me penetra,
soy y estoy en la luz que me produce,
vivo en la sombra que me determina,
duermo y despierto en tu esencial aurora:
dulce como las uvas, y terrible,
conductor del azúcar y el castigo,
empapado en esperma de tu especie,
amamantado en sangre de tu herencia.

Pablo Neruda.






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