jueves, 1 de julio de 2010

La fiesta brava: Cueca brava, fiesta, desborde y manifestacion popular

La importancia del factor lúdico en las sociedades es un tema extremadamente abordado en una serie de escritos, desde Jacob Burckhardt y sus análisis de la fiesta inserta en la vida social durante el renacimiento italiano, en adelante ha sido una constante, en particular en los ritos ceremoniales y carnavalescos. En este sentido las festividades religiosas también han ocupado un nicho importante en las investigaciones. En “La fiesta: encuentro con las raíces” Carolina Merino Risopatrón, aborda las festividades religiosas en Chile, destacando el catolicismo popular y aventurándose a dar una definición al respecto: “creación colectiva de un ámbito espacio temporal extraordinario que trasciende lo cotidiano” . Por su parte Isabel Cruz Amenábar señala que la fiesta es la creación de un ámbito espacio-temporal extraordinario que trasciende lo cotidiano, pero que a su vez contribuye a la regeneración de la habitualidad, es decir el regreso a las responsabilidades y la rutina. Se aventura también en “la metamorfosis criolla” a señalar que: “la fiesta acontece como una metáfora estética y simbólica del mundo”.
En este sentido se puede considerar que la fiesta y el factor lúdico, cumplen efectivamente con un rol en las sociedades desde el punto de vista del equilibro y los contrapuntos en la sociedad. Basándonos en los estudios de Lefebvre Henri sobre la vida en la ciudad y los nuevos centros urbanos, podemos señalar que la vida social en la ciudad funciona como parte de una totalidad en donde se congregan una serie de elementos tales como las instituciones, la cultura, lo étnico, lo simbólico, etc. En este sentido Lefebvre señala que el funcionalismo se ha perdido en la nueva ciudad, y así los símbolos, la relación con la calle y lo lúdico han ido perdiendo en trascendencia. Así podemos señalar que la fiesta y las instancias en donde se desarrolla, funcionan como uno de los puntos neurálgicos de la vida social en la ciudad.
Estos puntos neurálgicos en donde se congrega la vida social, actúan también como lugares que van en contra de la monotonía, y que sirven como focos de encuentro e incluso de intercambio de información. Así se podría señalar también que mas lugares para beber son lugares para compartir e interactuar. Sin embargo para llegar a una afirmación como esta debemos antes considerar la fiesta inmersa en distintos contextos y lugares, y como bien sabemos en Chile el dicho es “que no se note pobreza”.

La fiesta Chilena
Nos hemos acercado a lo que representa la fiesta para las sociedades, sin embargo aun no nos hemos referido a lo que representa en países como Chile o Latinoamérica en general, insertos un contexto de sincretismo cultural y formas hibridas. Para abordar el tema debemos comenzar el análisis, de la premisa de que en Chile existe fiesta, una que se manifiesta con códigos y elementos propios. Considerando esta afirmación como real, debemos desmitificar la afirmación sobre un pueblo chileno parco y tímido partiendo de la idea de que históricamente desde los albores de la república la fiesta cumplía un rol importante. Incluso ya desde antes, el pueblo mapuche celebraba con abundantes comidas, chicha y al sonar de trutrucas y cultrunes. La fiesta ha sido representativa para el pueblo chileno desde siempre, y es en ese contexto en donde surge lo que se ha denominado como fiesta chilena. La fiesta chilena o “fiesta chilenera” surge en los barrios segregados como los que describe Jorge Edwards Bello en su novela “El roto”. Cuando el autor se refiere a los barrios bohemios de la estación central y enfatiza en la vida “brava”, describe al roto como “lo más interesante y simpático que tiene esta tierra”. Habla de la vida esforzada y rigorosa en el matadero y la estación, del ambiente de irracionalidad en la bohemia, de la vida en los prostíbulos de la ciudad y de cómo en ese contexto se construyen nuevas formas como la representación de la fiesta chilena.
Hablar de fiesta chilena es hablar de canto a rueda, de cuecas con piano de cola, de odas a la mítica figura del roto chileno, del sonido constante de guitarras y panderos. Existe una representación fidedigna de la figura de este sujeto en la manifestación de la fiesta en arrabales; de barrios abandonados, de marginalidad y bravura, y en donde se concentran todos los rasgos de su personalidad aguerrida y picaresca. Así confluyen todos estos elementos en la fiesta chilena de los años cincuenta y sesenta como temática.
Los espacios en donde se desarrollaba la fiesta eran lugares sorbidos y escondidos, en donde se producía una especie de catarsis por las noches, la cual siempre iba acompañada de música, así como los arrabales argentinos, al son de tangos, vals peruano y cueca chilena.
Una característica propia de la fiesta chilena es la abundancia. Como una exigencia no oficial resulta la abundancia en las celebraciones, que se representa con el dicho popular “que no se note pobreza”. La multitud irradiaba desborde y descontrol, se lava las penas y celebra al son de la vida.
La cultura chilena como ha señalado Jorge Larraín en “Identidad Chilena”, es muy particular con las otras partes del continente, señala: “En Chile, la modernidad tanto como la identidad cultural son procesos que se van construyendo históricamente”. Sin embargo es posible al escudriñar determinar que si existen elementos que son transversales a la geografía del país y sus otras categorías divisorias, como por ejemplo el uso de modismos, la forma de entender las celebraciones, por más que contenga elementos distintos, el espíritu aventurero y aguerrido del sujeto popular entre otros. En este sentido hemos considerado la importancia de la fiesta en la conformación social de ciertos grupos, en particular en grupos segregados, que se identifican con códigos propios que los llevan a su expresión máxima, con la interpretación del principal elementos representativo de la fiesta chilena, como es con la cueca. La relación existente entre la hilaridad de la noche y el yugo de todos los días, es manifestada en la música, y resulta como una forma de establecer un equilibrio entre lo rutinario y lúdico.
La fiesta Chilena, extrapola a los elementos propios de lo que podría ser una fiesta cualquiera. La fiesta chilena, con cueca brava, canto a la rueda, con trago, con abundancia; nos entrega una matriz cultural importante, que aparentemente parece dormida, o que no es de conocimiento público; pero que sin embargo representan una serie de rasgos de incalculable valor. La figura del “roto”, de día un toro en su trabajo en la vega y de noche un caballero elegante, canchero y seductor; inserto en este mundo de la noche, que canta cueca o que bien solo la escucha, pero que se siente parte de una realidad, que en este sentido cuenta con una serie de elementos que pretendemos mostrar y asociar a su figura, como personaje. En definitiva, podemos señalar que la fiesta se compone de una estructura, y que no puede ser vista de forma independiente, ya que cada componente la construye como tal, y de no estar incluido dejaría de ser, puesto que la fiesta se hace entre todos.